Atrapados entre dos reinos católicos, el de Francia y el de Aragón, los llamados “buenos hombres”, los Cátaros, no tuvieron demasiadas oportunidades. Uno y otro bando querían ganarse el favor de la Iglesia Romana y, de paso, estas tierras plagadas de castillos defensivos. Todo acabo en una de las grandes atrocidades de la humanidad en el medievo: la muerte en la hoguera de las grandes comunidades cátaras y, con ello, el fin de su peligroso desafío a los reyes y a la Iglesia.
En esta ruta recorreremos la zona del Midi francés, el país de Audè, y veremos dos castillos importantes: Quéribus y Peyrepertuse, antes de llegar a la imponente ciudad de Carcassone.
Castillo de Quéribus
Empezamos la ruta por el País de Aude, saliendo temprano de Girona para atravesar la frontera de España hacia Francia por el paso de La Junquera. Cientos de camiones a nuestro lado ralentizaban el trayecto, por lo que tardamos más de lo previsto en llegar a Perpiñán, desde donde dejamos la autopista para tomar la D117 y empezar a disfrutar del paisaje del Departamento de los Pyrénées-Oriéntales, con grandes extensiones verdes de campos de labor. Al fondo a nuestra izquierda se veía la silueta de los Pirineos y a la derecha, frente a nosotros, se iban haciendo más visibles las montañas en donde se encontraban nuestros castillos.
Así llegamos al pueblo de Maury para, girando a la derecha por la D19, dirigirnos al Castillo de Quéribus que ya veíamos en el horizonte, protegiendo la población de Cucugnan. Su impresionante silueta sobre la cresta de la montaña habla de su importancia estratégica.
Quéribus fue uno de los mayores castillos de la frontera norte del Reino de Aragón a partir de 1162. Poco a poco se convirtió en refugio para los Cátaros que eran perseguidos por el rey francés en su avance. Primero dando cobijo al “obispo” cátaro Benoît de Termes y, tras la caída de la Fortaleza cercana de Montsegur en 1244, reuniendo bajo sus muros a los rebeldes contra el nuevo estatus impuesto por Francia y la Iglesia en los inicios de la llamada Cruzada Albigense. Los supervivientes también se refugiaron en la cercana ciudad fortificada de Cucugnan, donde la familia Cucugnan luchó bravamente contra los cruzados franceses y fue una de las que ayudaron a Raimon Trencavel tras el sitio de Carcassone en dicha cruzada. Este hecho provocó que el rey francés asediara la ciudad y la Fortaleza en 1255, y tras conquistarla la convirtió en la guardiana de la nueva frontera entre Francia y Aragón, tras ser el último bastión cátaro.
Para ver el castillo hay que subir por el camino empinado de tierra, unos 10 minutos, pero bastante accesible, que nos ayudaba a integrarnos en la historia y, luego, desde las almenas se puede ver a lo lejos la silueta, también imponente, de la Fortaleza Real de Peyrepertuse, a la que nos dirigiríamos a continuación.
En su interior, bien conservado, no podéis dejar de ver la Torre del Homenaje en la que ya se adivina un gótico inicial. Y, finalmente, unas impresionantes vistas os esperan cuando llegáis a lo alto de la Torre.
Fortaleza de Peyrepertuse
Una vez que bajamos el castillo, nos dirigimos a la Fortaleza de Peyrepertuse. Este monumental castillo pertenecía al Reino de Aragón desde el principio del siglo XII y no entró en la contienda de la cruzada Albigense hasta que el rey de Aragón, Pedro II, entra en ella en su lucha contra Francia. El señor del castillo, Guilhem de Peyrepertuse juró inicialmente lealtad al jefe cruzado Simón de Montfort en 1217, pero se rebeló contra ellos abrazando la causa hereje, lo que le llevó a estar en contra de la Iglesia y de Francia, y sufrir entre 1224 y 1229 el mismo sangriento destino que su vecino Quéribus. Una vez conquistada en 1240, la Fortaleza fue reformada y ampliada por Francia para convertirla en uno de los principales baluartes de la frontera contra Aragón.
El acceso a la Fortaleza se realiza por un camino-sendero bastante empinado y no demasiado acondicionado, desde el aparcamiento en su base. Una vez arriba, se entra al recinto del castillo antiguo, con sus almenas, la iglesia de Saint Mary, la barbacana y el espigón norte para, una vez saliendo al espacio central, llegar a la explanada donde se realizan los espectáculos de cetrería en verano. No esperéis muchos árboles con sombra, aunque siempre hay matorrales laterales donde protegerse un poco. Impresionantes las rapaces, especialmente el águila calva (de cabeza blanca, o americana) y el búho real.
Tras ello, continuamos el recorrido hasta llegar a las llamadas “escaleras de Saint Louis”, excavadas en la piedra, muy empinadas y que permiten llegar a la segunda parte de la Fortaleza, el castillo de Saint Jordi, con restos de sus muros, iglesias y almenas. La vista desde aquí era espectacular, al estar elevados sobre la parte antigua del castillo. Mereció la pena el esfuerzo, ¿no?
¿Quiénes eran los Cátaros?
Os lo estaréis preguntando, pues se organizó una cruzada contra ellos como después de haría contra otros “infieles”. La verdad es que resulta curioso que un grupo de comunidades de personas pacificas fueran el origen de unas guerras tan cruentas en la zona. Pero parece que su visión del orden establecido era peligrosa para ese nuevo equilibrio de poder que se estaba gestando en Europa.
Los Cátaros es el término que la Iglesia Católica utilizó para designar a los miembros de una comunidad itinerante originaria del norte de Alemania, que se instaló en el norte y centro de Italia, y sobre todo, en el Languedoc francés, en lo que son hoy los departamentos del Midi y Audè, con bastante aceptación por parte de sus habitantes. Promulgaban una organización social basada en “casas” autónomas, al estilo de la Iglesia primitiva, sin dependencia del Papa de Roma, ni de los señores feudales, exclusivamente vinculados a la zona o diócesis, con un “obispo local” y unos hermanos como líderes de la comunidad. A nivel social, se denominaban a sí mismos “los buenos hombres y las buenas mujeres” (por contra, sus enemigos les llamaban despectivamente “los perfectos”). Su mayor crítica a la Iglesia de Roma, a la que no reconocían como matriz, era su riqueza. Ellos promueven la pobreza material y viven de su trabajo, con aportación de los bienes a la comunidad. Interpretan las escrituras de manera diferente, y no aceptaban los sacramentos que la iglesia de Roma había acordado. Únicamente aceptaban el bautismo como símbolo de entrada en la comunidad. Y uno de los puntos más heréticos es que se negaban a adorar la cruz, ya que lo consideraban como un instrumento de suplicio. Su visión del mundo es como una pura ilusión maléfica, como prisión del alma. Una visión claramente diferente a la imperante en la época.
Como es de suponer, era una filosofía muy peligrosa para los señores feudales y para la Iglesia, que sirvió de pretexto perfecto de los deseos expansionistas del incipiente reino de Francia hacia el Mediterráneo. El rey francés convoca la Cruzada Albigense con el apoyo de la Iglesia. El reino de Aragón, dueño del Rosellón francés donde se ubicaban los territorios en donde se encontraban los Cátaros viviendo, se ve entonces en una encrucijada: debilitar su frontera sometiendo a sus señores o defenderse de Francia en contra de la Iglesia para defenderlos. Un dilema que finalmente provocó la pérdida del Rosellón, y el inicio del auge del Reino Francés. El último cátaro fue quemado en la hoguera en 1321.
Y tras ver estas dos obras maestras de arquitectura militar y, al mismo tiempo, dos partes tan importantes de la historia, nos marchamos hacia Carcassonne, la ciudadela de la familia Trencavel y núcleo muy importante de la historia de esta cruzada. No os perdáis la siguiente entrada donde os contaremos las intrigas de Francia, la Iglesia y Aragón en este territorio cuya capital se situó en esta ciudad y en la familia Trencavel.
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Datos prácticos Quéribus y Peyrepertuse:
Castillo de Quéribus: Hay un aparcamiento gratuito al inicio del camino del castillo. Horario de apertura variable (2017) según la luz existente en cada mes, ya que carece de iluminación interior. Os recomendamos visitar su página web por si hay cierres imprevistos, y para conocer las actividades de teatralización que se realizan frecuentemente en su interior. Como orientación, este es el horario que se indica en la puerta:
- Enero, noviembre y diciembre, de 10 a 17h.
- Febrero, de 10 a 17:30h.
- Marzo, de 10 a 18h.
- Abril, mayo, junio y septiembre, de 9:30 a 19h.
- Julio y agosto, de 9 a 20h.
- Octubre, de 9 a 18h.
Coste de la entrada al castillo (2017): 7€ (incluye un espectáculo) y se descuenta un euro si lleváis el Pasaporte de los Países Cátaros.
Fortaleza de Peyrepertuse: (2017) el horario de entrada es variable según el mes del año, abriendo a las 10 los meses de febrero, marzo, octubre, noviembre y diciembre, y a las 9 el resto del año, y cerrando sus puertas a las 20h en julio y agosto, a las 18h de marzo a junio y de septiembre a octubre, y a las 17h el resto del año. En enero cierra las tres últimas semanas. En cualquier caso, daos prisa en llegar, porque no dejan entrar cuando faltan 20 minutos para el cierre. Os recomendamos ver su página por si hubiese algún cambio.
Coste de la entrada a la Fortaleza: (2017) 7€ adultos con un descuento de 1€ si llevas el Pasaporte de los Países Cátaros, estudiantes o desempleados, familias numerosas y mayores de 70 años. Si hay espectáculo de cetrería con halcones el precio es de 2€ más. Solo es en verano y los horarios son 11:30, 14:30 y 16:30h.
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