Ajmer tiene el templo jainista dorado y Puskhar su halo de santidad como ciudad sagrada. Separadas por escasos treinta kilómetros son dos ciudades totalmente distintas. Frente al caos y bullicio oscuro de Ajmer, Pushkar ofrece un pseudo-remanso de paz espiritual donde se empezaron a refugiar, desde los setenta hasta nuestros días, hippies con dinero.
Ambas son una India diferente a lo que habíamos visto en Delhi y Agra. Mirad por qué.
Llegamos atardeciendo a Ajmer desde Agra con nuestro conductor, pasando por la circunvalación de Jaipur sin detenernos en esa ciudad, que luego veríamos a la vuelta al final del viaje. Por el camino fuimos viendo unos grandes pilares rojos en la carretera desde que salimos de Agra y Anil, nuestro conductor, nos explicó que estaban cada dos millas para indicar el punto de parada a los peregrinos reales, el emperador Akbar, su reina y su cortejo, que cada año iban desde Agra a Dargah, cerca de Ajmer, a pedir por su hijo al templo donde están los restos del más venerado santo musulmán sufí Moinuddin Chishti, el Gharib Nawaz. No pudimos ir a verlo en este viaje, pero la historia nos resultó curiosa.
Lo primero que nos sorprendió al entrar en la ciudad fue la gran cantidad de coches, motos, personas, vacas, tuktuk, bicicletas, niños, perros, cerdos y polvo peleándose por el escaso espacio de las calles. Por cierto, de nuevo, bastante sucias. Y, aunque nos costó encontrar el hotel, pudimos dejar las cosas antes de que fuera muy de noche y visitar el cercano templo Soniji Ki Nasiyan.
Este templo jainista, que por fuera dice poco, salvo un destacable color rojo intenso de la piedra arenisca con el que está construido, guarda en su interior una sala de espejos dorada, la sala Ayodhya Nagri. El templo fue construido después de la caída del imperio mogul, sobre el año 1864, en un estilo de arquitectura Anglo-rapustana. En su interior, una gran maqueta dorada gigantesca que ocupa toda la sala de más de 50 metros de larga, representando diversas escenas de la vida del fundador de esta religión.
Antes de volver al hotel nos acercamos a ver la puesta de sol al lago Ana Sagar que, aunque es muy grande, es artificial, y tiene una isla con un templo en su centro. Son sólo unas 70 rupias cruzar. Para entrar en el recinto, la policía nos pidió identificación y anotaron nuestros datos. Quizá fuera por la hora, pero nos llamó la atención. El lago y los pabellones de mármol son muy bonitos. Sin embargo, todo estaba lleno de basura, bolsas de plástico, pan sobrante de la comida de los peces (la distracción preferida parecía darles de comer), envases de bebida, etc. Eso sí, el rojo atardecer fue espectacular.
Cenamos cerca del hotel, en otro hotel que vimos que tenía precios razonables (para ser un hotel). Pedimos nuestro primer thali, una comida tradicional muy común que consiste en una bandeja en la que hay varios cuencos y en cada uno de ellos un guiso diferente. Suele llevar una dal (guiso de lentejas), un panner (un queso parecido al tofu) o algún curry (con gobi-coliflor o aloo-patata, por ejemplo), un raita (yogurt), encurtidos picantes, algún arroz (el jeera está muy rico y mata el picante), un dulce y algún chapati (nam, roti, ...). Hay thalis con más cuencos y con menos, vegetarianos o no, variando el precio en consecuencia. Estaba muy rico y nos pareció muy completo. Eso sí, picaba, como prácticamente todo lo que hemos comido en la India. Algún día haremos una entrada de comidas, todas deliciosas y sus panes, ¡ay sus panes!, mojábamos las salsas hasta que se acababa el pan, aunque nos picasen a rabiar.
Al día siguiente nos dirigimos a Pushkar, a 40 kilómetros de distancia. Ya que no fuimos finalmente a Varanasi, la gran ciudad sagrada de la India, nos hacia ilusión visitar Pushkar porque es otra de las cinco ciudades sagradas y una de las más antiguas de este país. Cuenta la leyenda que su lago sagrado, al que los hindúes acuden al menos una vez en su vida en peregrinación, apareció cuando Brahma (el principal dios en el hinduismo) en forma de cisne dejó caer una flor de loto, que se convirtió en el lago y que da nombre a la ciudad.
Tras bajar del coche, lo primero fue ir al templo de Brahma que estaba al lado de donde nos dejó nuestro conductor. Es un templo del siglo XIV y está elevado con unas empinadas escaleras justo a la entrada de la zona del bazar. Dicen que es el único templo de la India dedicado a Brahma. No se podía subir calzado ni con cámaras. Aunque la verdad es que su interior no destaca especialmente. No tenía grandes edificios ni esculturas. Para ser el principal templo de la ciudad es bastante pobre y simple.
Bueno, la ciudad es curiosa, es "paseable", pero abandonada, con callejuelas llenas de restaurantes muy orientados a turistas y hippies modernos y con dinero que se acercan hasta aquí para encontrar la paz espiritual. Y la verdad es que, con tanto claxon, tanto grito de los más de 400 templos que se agolpan en las orillas del lago, tanto olor a caca de vaca y a orines por las calles y a multitud de basura tirada por aquí y por allí, es fácil de entender que si eres capaz de aislarte de todo esto, es que realmente debes estar en paz espiritual contigo y con el mundo. Porque en algunos momentos nos daba un asco tremendo. Pero también hay que tomarse esto con filosofía, porque "esto es India". O, tal vez, que como por aquí se vende de manera casi oficiosa una cierta hierba con propiedades psicotrópicas, ayude un poco a alcanzar ese estado de trance espiritual. Hasta en los restaurantes te ofrecen de postre una "space cookie"...para viajar, claro, como podéis imaginar.
Y el lago. Omnipresente en el centro. Eso sí, al lago no se puede llegar con calzado. Todos los accesos son gaths, es decir, zonas de purificación en forma de escaleras que bajan hasta el agua, donde los peregrinos se bañan de cuerpo entero para purificarse y conseguir lavar sus pecados. Por eso, hay que dejar los zapatos, y rogar para que no se los lleven, en las puertas de entrada de las escaleras que bajan a cada uno de los 52 gaths, escalinatas o graderíos, y a partir de ahí deberías ir mirando con cien ojos para no pisar una cagada de pájaro de los miles que hay, sobre todo palomas, o una de vaca de las muchas que circulan libremente junto al lago (tienen incluso un gath dedicado a la adoración de las vacas), o cuando no, tratar de adivinar si lo húmedo que hay delante de tí es agua u otra cosa. Lo mejor, llevar una bolsa y meter los zapatos y calcetines dentro y hacer de tripas corazón.
Aquí vienen en peregrinación, como os decíamos, al menos una vez en la vida, todos los hinduistas para bañarse en las aguas del lago. Tiene según ellos propiedades curativas. Nos contaron que en las épocas de peregrinación no se ven las escaleras del lago ni el agua de tanta gente que hay. Debimos tener suerte porque no había mucha y pudimos pasear todo alrededor del lago, sin llegar a bajar claro, y poder observar el ritual del proceso de lavarse vestido y cómo las mujeres tienen una zona especial, en la parte oeste, reservada para ellas, de modo que pueden quitarse parte de la ropa para poder lavarse en este lago. Aguas del lago que desde lejos curiosamente parecía bastante limpia y sin basura flotando como habíamos visto en el lago de Ajmer, por ejemplo.
El clásico timo son los espontáneos que se acercan y te ofrecen muy amablemente flores para que realices una ofrenda. Luego, si no pagas una suma considerable de dinero se ponen como fieras. Ni caso, tu sonríe, no aceptes las flores y a lo tuyo, como hicimos nosotros tras haberlo leído en otros blogs y también advertidos por nuestro conductor. También los hay que te escuchan hablar para saber de dónde eres y te hablan en tu idioma. Son siempre muy amables, te hacen muchas preguntas y siempre querrán algo, que vayas a su tienda, que le des un billete para su colección de moneda, llevarte a un restaurante, etc. Vamos, se buscan la vida como pueden. A nosotros nos hizo gracia que todos parecían tener un tío en Alcalá (no creo que conozcan el dicho ...), o un amigo que vive en la calle de la Paloma, cerca de la Puerta del Sol.
Como no teníamos demasiado efectivo, tuvimos que comer tan solo un humus y un falafel en un pequeño restaurante muy barato, pero con una terraza con vistas al lago. Nos miraban con cara rara. Debíamos ser los únicos occidentales que no se atiborraban de manjares que parecían muy apetitosos en ese lugar, que además daba clases de cocina india y parecía estar recomendado en las guías. La verdad es que el humus estaba muy rico, con una mezcla de especias interesante, en vez del pimentón que le solemos echar nosotros.
Algo que nos gustó mucho de Pushkar fueron sus fachadas pintadas con dibujos variados. Vimos bastantes casas y alegraban la calle con su colorido. Veríamos más en otras ciudades, pero esta fue nuestra primera vez.
Y habiendo terminado nuestra visita, volvimos al coche parando en la explanada de arena donde una vez al año (fue la semana anterior a nuestra llegada) se celebra la Feria Anual del Camello, Púshkar Camel Fair. Siempre coincide con la Luna llena, que es además momento de peregrinación. Esta ciudad está cercana al desierto de Thar, donde el camello ha sido importante para el transporte comercial. De hecho, siguen utilizándolo como animal de carga.
No queremos terminar de hablar de Pushkar sin mencionar que Anil nos dijo que en este lago también se incinera a muchos fieles y que sus ropas se venden por los familiares a los puestos de ropa usada de la calle principal. Éstos los lavan un poco y luego los venden a los turistas occidentales y hippies por un buen precio que, o bien se lo ponen, o bien lo llevan a su país para venderlo en mercadillos o en tiendas de sabor oriental de las grandes ciudades. ¿Será cierto o será una leyenda urbana?.
Aprovechamos en el camino de vuelta a Ajmer para parar en un mirador desde el que se veía Ajmer, que tenía una estatua del Maharana Pratah Singh, rey de los Mewar, montado en un caballo y señalando al horizonte.
Después Anil nos contó que era un gran guerrero que no se quiso someter al emperador mogol Akbar, el que os contábamos al inicio de esta entrada, por lo que fueron toda su vida enemigos enconados. Tras varias batallas, Maharana Pratah se convirtió en el héroe de la batalla de Haldighati, en 1576, pese a que la perdió. Toda su vida la pasó huyendo de un lugar a otro batallando usando la técnica de las guerrillas y perdiendo y ganando territorios siempre con el objetivo de reconquistar la antigua capital Mewar de Chittorgarth, cercana a Udaipur, perdida por su padre ante los mogoles.
Ajmer desde el promontorio |
Datos prácticos:
Entrada al templo jainista Soniji Ki Nasiyan de Ajmer: 10 rupias (0,14€).
Taquilla para guardar los zapatos en el templo: 1 rupia.
Entrada al lago Ana Sagar: gratis, pero te revisan pasaporte en la entrada para darte una entrada.
Entrada al templo de Brahma en Pushkar: gratis.
Entrada al lago de Pushkar: en principio es gratis pero siempre hay gente que se te acerca y te dice que hay que pagar una donación. No hay que pagarla si no queréis, no es obligatorio.
Transporte a Ajmer: Aunque nosotros fuimos en nuestro coche, hay trenes que parten de Delhi. También hay autobuses de línea desde varias ciudades.
Transporte a Pushkar: por contra, para llegar a Pushkar no hay tren, pero existen autobuses desde Ajmer que cubren este trayecto.
¡Feliz Navidad!
ResponderEliminarSeguro que son unas fiestas diferentes, especiales. El recuerdo de la familia y amigos visto desde un mundo lejano y exótico.
Un abrazo muy fuerte y muchas gracias por compartir vuestra aventura.
¡Felices Fiestas, Jose!
EliminarLa Navidad ha sido diferente, ciertamente. Eso de estar tomando barbacoa en bañador a estas alturas del año nos ha resultado extraño, pero divertido.
Gracias a vosotros por seguir leyéndonos ;-)
Un fuerte abrazo.
Espero que llevarais calcetines :)
ResponderEliminarFeliz Navidad!
Los calcetines de templos siempre en la mochila, María.
Eliminar¡Felices Fiestas!
Besos
Felices Fiestas!!!
ResponderEliminar¡¡Felices Fiestas!!
EliminarBesos
Se os agradece en vuestros relatos la atencion que prestais a desmitificar lo que desde aqui aceptamos sin mas.
ResponderEliminarEsta entrega coincide con la entrada en la Navidad, que segun vuestra planificacion estareis en otro continente...que ritmo llevais, chicos!!!
FELIZ NAVIDAD Y QUE LA FUERZA OS ACOMPAÑE!!!
Hola José Luis!
EliminarQué bueno leerte. Así es, estamos en Australia. La navidad la pasamos en Darwin, con mucho calor y la nochevieja la pasaremos en Sydney.
Esperamos que vosotros hayáis disfrutado de la primera tanda de celebraciones y que hayáis dejado fuerzas para las dos que quedan aún: nochevieja y reyes.
¡Felices Fiestas desde esta galaxia tan lejana!
Un fuerte abrazo